lunes, junio 25, 2007

«Mamá, no quiero volver a verte»

«Mamá, no quiero volver a verte»

abc.es / 24.06.2007

http://www.abc.es/20070624/sociedad-sociedad/mama-quiero-volver-verte_200706240301.html


POR DOMINGO PÉREZ. MADRID.

«Mamá, eres un monstruo y una pordiosera y no quiero volver a verte». «No vuelvas a venir a visitarnos». «Edu -le dice a su padre, al que hace mucho que no llama papá-, dame el dinero y vete»... Palabras de mayores pronunciadas por pequeños. Mocosos de cinco, siete u once años que hablan por boca de sus padres o madres contra sus padres o madres. Frases que desgarran el corazón. Niños manipulados. Venganzas personales en las que los pequeños son utilizados contra las ex parejas. Padres que llevan años sin ver a sus pequeños. Pequeños que crecen sin uno de sus progenitores...

Y detrás de este maremágnum de sentimientos encontrados, de rencillas y frustraciones y de menores y mayores maltratados saltan a la actualidad tres siglas: S.A.P. o Síndrome de Alienación Parental. A grandes rasgos se podría definir como: «Hijos manipulados por un cónyuge para que odien al otro».

Y las víctimas, además de los hijos, suelen ser hombres, pero por una cuestión meramente estadística, «porque en la inmensa mayoría de los casos las custodias son para las madres y, en buena lógica, son las que disponen de más tiempo para influir en los niños y utilizarlos contra sus padres», como señala Santiago Álvarez Barón, presidente de la asociación Custodia Compartida y que publicará en breve el libro «¿Cómo afecta la separación a los hijos?».

Pero también hay mujeres que sufren el desgarrador dolor de ser rechazadas por sus retoños por culpa de los manejos de sus ex. Madres que han tenido que escuchar frases horribles y que llevan tiempo sin ver a sus pequeños del alma.

Josefa hace casi tres años que no puede ver a su hija. Inicialmente la ruptura con su marido se llevó bien: «Mi niña tenía siete años. Estábamos muy unidas. Incluso tuve que llegar a oírle decir: "Papá no me quiere". Se olvidaba de recogerla o llegaba tarde. Y siempre le tapé. "No te preocupes hija, es que es muy olvidadizo". Todo empezó a cambiar un par de años después, cuando él dejó Madrid y se fue a vivir a Almería. Entonces cada vez que volvía de estar con él notaba a mi hija distante y con la cabeza repleta de ideas raras. Fue un proceso lento y paulatino, pero no dejaba de crecer».

Abuelas abandonadas

«Todo lo que rodeaba a su padre -prosigue- era genial y todo lo que teníamos no valía nada. Empezó a utilizar palabras que no eran suyas. "Eres una pordiosera" llegó a decirme. "¿En qué te gastas mi dinero que te da papá?", me preguntaba. Yo recibía sólo 250 euros mensuales para su manutención porque no quise nada más. Todo se precipitó cuando accedí a que se fuera a
Almería a vivir con su padre. Ya tenía 11 años y tampoco podía retenerla.
Pero quería seguir viéndola. Sin embargo, cada vez me ponían las cosas más difíciles para visitarla. No me dejaban hablar con ella por teléfono. Ella utilizaba a mi madre para mandarme mensajes del tipo "Díle a mamá que no quiero volver a verla". Nadie puede saber lo que he llorado y lo que se sufre. El colmo fue cuando su abuela paterna me acusó de agresión. Presentó
falsos certificados médicos y la niña me ve como una asesina. Ha llegado a llamarme "monstruo", añadiendo: "Has querido matar a la abuelita"».

Tristes episodios

Se le corta la voz. Las lágrimas acuden a sus mejillas. Se le rompe el corazón rememorando tan tristes episodios. Como a Vicente. Él suma ya más de cuatro años sin ver a sus dos «princesas». Las ha perdido, pero siguen vivas, que es la forma más dura de quedarse sin un ser querido.

Desde que se separó -ellas tenían siete y nueve años- no ha vuelto a saber de ellas. «Unos intermediarios -recuerda- las llevaban a un piso en el que teóricamente debían encontrarse conmigo. Siempre llegaban antes que yo y cuando llamaba al telefonillo, bajaba alguien a decirme que no querían verme. Nunca me dieron un motivo. Siempre me iba sin verlas por mucho que
insistiera...». Se viven situaciones dramáticas que dejan a los protagonistas noqueados durante años. Así se sintió Vicente cuando en una de esas «pseudo visitas», que coincidía con el cumpleaños de una de sus hijas,les llevó un regalo. Se los devolvieron con una frase lapidaria pronunciada por la mayor: «Díle a papá que el mejor regalo que puede hacernos es que no
haya más visitas».
Lo peor es que el veto se extiende al resto de la familia. «La abuela de mis hijas, mi madre -explica Vicente, con un nudo en la garganta- tiene ya 87 años y pasa los últimos años de su vida sumida en una tristeza profunda.
Está convencida de que se va a morir sin volver a ver a sus nietas ¿Puede haber algo más terrible?».

Denuncias falsas

Dolor, amargura, venganza, maltrato. Son las palabras más repetidas por los que han sufrido una situación tan traumática. Muchos reconocen que alguna vez les han asaltado las ganas de suicidarse. «Es algo común. La gente se asombraría de la cantidad de suicidios que se producen de padres que acaban rindiéndose», apunta Santiago.

Francisco perdió la patria potestad después de tres denuncias peregrinas de las que ha sido absuelto. Una de ellas tan absurda como: «Amenazas e injurias por telepatía». Tiene que correr el riesgo de acabar en la cárcel para seguir viendo a sus dos hijos. Se acerca al colegio, a la hora del recreo. Se sitúa en la distancia y espera a que le vean y se aproximen.

«En cuanto por cualquier motivo pasa algo más de tiempo del habitual sin poder ir, ya les veo distintos. Me rechazan. Me dicen que me vaya. Les han lavando el cerebro. Les han redispuesto en mi contra. Afortunadamente sólo hay que ser un poco paciente y todo vuelve a la normalidad. Si se puede llamar normal a mi vida. En mi caso, hay que tener en cuenta que era yo el que les daba de comer, les bañaba, les vestía, les llevaba al colegio, al médico... Su madre jamás se ocupó de ellos y sigue sin ocuparse».

Todo lo que hace -concluye- es por venganza. Y mientras mis hijos han perdido hasta un 30% de peso, el chico ha amenazado con suicidarse, han cambiado cuatro veces de colegio en cinco años, han pasado de sobresaliente a suspenso y su peregrinar por los médicos es constante».

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